La
semana pasada lleve a uno de mis sobrinos a una tienda para que escogiera el
juguete que más le gustara, pues se lo iba a obsequiar. Vi en él aquellos ojos
de un niño muy feliz por saber que su tío le iba a comprar el juguete que el quisiera.
Paso
varios minutos recorriendo los pasillos y viendo cada juguete que se
encontraban en los estantes. Después de un buen rato, le pregunte si ya se
había decidido, con una carita de apenado me dijo que todavía no, que tenia
tres juguetes y no se había decidido. Le dije que me llevara a verlos, note en
el un cierto temor a que no se lo quisiera comprar, pero en mi intención ya
estaba comprarle el que el quisiera, no importando el precio, así que fui,
observe los tres juguetes y le dije que eligiera entre dos de ellos, que
cualquier de esos me parecía excelente.